A tu partida vinieron las sombras
un dolor recogido que anidó en mi alma.
Yo, con mi rostro convulso y oculto
rostro que tu recuerdo mi ánima hálito desarma.
Solo y herido, caminando en penumbra helada
la mirada siguiendo los vericuetos sin sentido
que van a ninguna parte, quizá sólo al olvido
a esperar el viento en la cara de la madrugada.
Los rayos de sol no calientan, no me mueven
no comprenden dolor, no dan consuelo,
sólo pasan, como niebla fugaz
a dejarme yerto en el entresuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario