sábado, 30 de enero de 2010

TE HE ENCONTRADO



Todas las mañanas con aire despierta
cual muñequita de amores discreta
dulce soñadora que anhela las rosas
que da la alegría a todas las cosas.

Ella con sus trenzas platica con globos
persigue burbujas lejos de los lobos,
y vuelve sonriendo para ser cargada
por su tierna madre, a quien dice hada.

¡Qué ganas las mías de poder amarla
de decirle "Nena, tú eres la indicada"
te he andado buscando por tierra y por mares
por siglos eternos, ahora ya lo sabes:

Yo te ofreceré flores de colores,
y entonces tú mirando los alrededores
dirás "Pues yo sólo tengo para ti mis besos"
y me darás uno muy tierno y travieso.

Mi boca se unirá a tus anhelados labios;
no permitirás que me vuelva un sabio,
porque cuando se ama, se pierden razones,
se ajenan, cual locos, nuestros corazones.

Yo diré "Te amo y me amas, nada nos separa
mi tarea en el mundo es que seas mi amada
hasta que del cielo caigan toditos los astros,
y que el mismo Dios pierda nuestros rastros."

lunes, 25 de enero de 2010

QUIERO SER TU BEBÉ ESTA NOCHE




Mate y leche, pan y miel,
locos y sopas, hambres de ayer;
sombras, no importan si estás aquí:
hoy quiero ser tu bebé.

Nubes vagas, hierba y flores,
nunca enaltecen a los amores;
pero este día, dulce mechona,
quiero ser tu bebé.



Pechos tibios, talco y piel
nariz curiosa, besos, placer,
caricias, risas, y olor a ti
pues hoy seré tu bebé.

Cerré la puerta, no temas,
que el frío no te duerma,
Eres mi nena, pero en la noche
Yo quiero ser tu bebé.

No te muevas, quedate ahí,
Mis ropas sucias no son de aquí,
mis manos limpias saben que
Todas las noches, seré tu bebé.

martes, 19 de enero de 2010

EL POTRO SALVAJE



He, Potro Salvaje vámonos de aquí
No tengo sueño y a dónde ir no tengo
He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
Que no quiero regresar de donde vengo.

I
Aunque el imperio vespertino
Ha vuelto a la arena,
Ocultó ya mis venas,
Mientras caminé a tientas la noche incierta.
Mi abatimiento me sorprende,
Aún sigo de pie,
No hay nadie por quien ver;
Las calles por conocer,
Frías y muertas.

He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
Estoy despierto y a dónde ir no tengo
He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
Estoy harto de sollozos y campanas a duelo.

II
Y cuando la noche deviene
El rojo amanecer,
Vuelve el cielo a nacer,
En las heces del deber.
Harta ya de volver,
La paloma ha de perecer sobre el mundo idiota.
Y ya la tierra espera de ti
Un cuerpo de mentir,
Es hora de partir,
Hayas sido o no feliz, al tiempo no le importa.

He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
No estoy muerto pero no pienso en dinero
He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
Escapemos a donde no juguemos su juego.


III
Me hartaron los fariseos;
No quiero saber de ellos.
Abomino a los sellos,
Desterrados los destellos,
Y ya no me conmueve la empatía dolosa.
Y al notar cerebros huecos
De caducos adolescentes
De las castas indecentes,
Mercaderes incipientes,
Y se nos cae el alma si mientes con esa absurda cara penosa.

He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
aunque esté muerto no preciso de un cielo
He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
Mientras dios cachaba moscas yo estaba en el fuego.

IV
Llévame de viaje hasta el místico marfil;
No preciso elixir,
Despojó ya mi existir
La fría aurora.
Estoy listo para irme lejos
Liberado de vencejos;
Sólo agua, un miralejos,
Una ilusión, mis sueños
Sin que dar cuenta.

He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
El futuro es seductor pero es incierto
He, Potro Salvaje vámonos ya de aquí
Desde fuera de este mundo no existe ni el viento.



V
Llévame a cuestas tuyas en una loca carrera;
Lejos la vereda espera,
La ferviente primavera.
Dentro de la niebla espesa
Está el bosque de la muerte, esperándome.
Estoy listo para irme
Al río de hielo sin fin
Do no hay por qué mentir,
Do no existe el sufrir,
Las tinieblas, abrazándome.


He, Potro Salvaje huyamos de aquí
Medra en las catacumbas perpetuas de acero
He, Potro Salvaje huyamos ya de aquí
Nosotros no tocaremos la puertas de Pedro.

VI
Aunque escuches a los buitres
Embebidos en alcohol,
No te hablan con razón;
Están en persecución,
Y ya son sus catedrales monstruos en ruinas.
Y si escuchas a las sombras nunca voltees a ver;
Ya no hay nada qué temer,
Son espectros sin nacer,
Temerosos de no creer,
Sojuzgados por el del
Ojo inmenso.

He, Potro Salvaje huyamos de aquí
Estoy despierto y a dónde ir no tengo
He, Potro Salvaje huyamos de aquí
Que no quiero regresar de donde vengo.

VII
Y entonces vayamos do la noche sea de día,
Donde el aullido se hundía,
El reno envuelto en brisa,
Las nubes volando aprisa,
Sobre el suelo congelado,
Y un espíritu armado
De dicha indecente.
Y tras los últimos pinos de la montaña nevada
Custodiada por las aves,
Planeando en los vientos suaves,
Las siluetas hilarantes,
Más valiosas que diamantes,
Escondidas en el bosque de arrebatos dementes.

He, Potro Salvaje llévame ya de aquí
Estoy despierto y a dónde ir no tengo
He, Potro Salvaje llévame ya de aquí
Pero no me lleves hasta donde está el otro cielo.

lunes, 18 de enero de 2010

LA MONTAÑA



En los primeros instantes de mi existir clamoroso,
Nací en medio de un caos de sonidos estridentes,
Y creando aciagas tormentas sulfurosas
Que sólo vieron ojos inconscientes.

Criaturas curiosas en penumbras inquietantes
Se escondían, asustadas por los truenos;
Y sus ojos, convulsos y alarmantes
Vieron el rojo de mi sangre reflejada en los cienos.

En el valle se asomaban los peldaños de mi vida,
El ardor de mi espíritu se asomaba desafiante
Mi alma era ígnea, con arrojo decidida,
Mientras las brisas lamían mi corona rutilante.

Mis ímpetus no escucharon plegaria alguna,
Y en días tranquilos sentí dentro de mi corazón enorme
Chapotear el magma asesino de mis locuras,
Vomitando en torrentes el flujo informe.




A la mañana postrera de aquel parto convulso,
Estrepitosos bólidos de mi alma eran lanzados;
Fui un hijo violento de un violento mundo,
Dínamo de cataclismos y leviatanes cansados.

Debo decir que las criaturas me temían,
El tibio sol mis nubes eclipsaron.
Todo aquel que mis estertores oía,
Más allá de mis horizontes, se ocultaron.

Como el gaznate de los guerreros agonizantes
Las explosiones retumbaban en la bóveda celestial,
Por horas, de lanzar gritos atemorizantes
Yo, ahogado en el dilema de mi delirio infernal.

Más violento que el ímpetu de un adolescente,
Mis erupciones volvían cada milenio,
Para vomitar fuego como dios incandescente
Como animal en trance, en arrebato obsceno.

Pasaron inexorables los días que mi cielo limpiaban,
En mi cresta, ríos de hielo se formaron
Los dulces rayos del sol, mi vaho cesaban,
Y en ritos lúbricos los entes se multiplicaron.

Yo daba tregua a aquellos andantes miserables,
Y mis faldas de verde follaje se pintaron;
Primero hierbas, setos, luego árboles ancestrales
Mis extensiones vastas de aromas poblaron.

De tiempo en tiempo mi alborozo era enorme
Cuando sacudían mi estructura los temblores,
O cuando arrojaba, cual caldera de dimensiones formidables
El flujo piroclástico que sonaba a mil tambores.


Y una mañana, una corriente helada
Se instaló por eras milenarias
Crespones de hielo blanquearon mi falda
Donde sepultaba gargantas tortuosas y estrafalarias.

Yo vi los amaneceres rojos,
Por el este se formaban temibles titanes,
Ora caballos, ora ciervos, ora cambiantes monstruos,
Que en desvaríos gestaban asombrosos leviatanes.

El viento a su arribo violento me golpeaba;
El frío filoso se incrustaba en mis rocas,
Que impávidas y ensimismadas se congelaban
En abnegada quietud de resignación loca.

Por miles de años el viento enardecido de las alturas
Mis árboles, monstruos verdes, eran derribados;
Algunos, sólo asidos por raíces desnudas,
Se ajaban a la vida, con horribles troncos encorvados.


Alcancé alturas que acariciaban las nubes,
Que en ráfagas húmedas rodeaban mi cima,
Unas veces cumulonimbos de querubes,
Otras, presurosos velos que se iban.

Y aquellas eufonías de animales y de ríos,
De las ramas que ondeaban saludando al viento,
Y de los susurros de las aves en sus nidos tibios,
Me alegraban la noche y el día, mis callados pensamientos.

A mis pies florecieron valles de colores
Por montes y lagunas apenas salpicados
Y el rocío, regalo matinal sobre las flores
Que endulzaban la mirada con tintes almibarados.

Los entes prehistóricos de aquel tiempo
Miraban piedras doradas en mi cumbre,
Los rayos solares que atravesaban el silencio
De la espesa ladera de árboles sin nombre.

Los baños de sol, herían la niebla mañanera,
En locos arrebatos las mariposas se reproducían,
Desfiles de aves cruzaban las riberas,
Y esas bellas flores voladoras aparecían fugitivas.

Otros días, la pesada bruma del mediodía,
Adormilaba por horas el fulgor del horizonte,
Y las especies, cuyos sonidos se desvanecían
En insomnes movimientos, de siluetas de los montes.



Al ocaso, cuando los suaves efluvios del lago
Embriagaba con sus bálsamos evanescentes el clima,
Yo, en mi dipsómano trance bebía aires milenarios,
Mientras luciérnagas traviesas adornaban mi cima.

Las perezosas nubes descargaban con ira
Como prodigios rencorosos que mueren abnegados,
La lluvia implacable como dulce lira
Alegraba mi corazón, de serenidad anegado.

Allá abajo, los alegres ríos impasibles
Llevaban sobre sus aguas fermentadas y espumosas
Girando sobre sí, cadáveres risibles
De troncos vacilantes y hierbas olorosas.

Cuando asomó la luna, aquel río profundo
Reverberaba en místicos murmullos,
Y el cielo, con su fondo de terciopelo oscuro,
Diluía con placidez, amorosos efluvios.

En las noches claras de luna llena,
Yo, mudo centinela melancólico,
Aspiraba el suave sereno de las riberas,
Que inundaba de amor el valle alcohólico.


Más allá, donde reverdecen las praderas,
Los roedores tímidos me adoraban
Como matriarca poderosa que pudiera
Augurar las lluvias veraniegas que anhelaban.

Cuando recién en el llano pratense ha escampado,
Rememoro con nostalgia el negro terciopelo
Aquellas estelas que adornaban el prado
Y esa luna, más enorme que dominaba el cielo.

En mi seno florecieron flores de colores
Consecuencia bella de horrorosas tempestades,
Que trajeron tropeles de animales voladores,
Rutina amorosa que no conoce edades.


Ahora, envuelto en paz de las neblinas matinales,
Duermo tranquilo sintiendo el correr de los arroyos,
La humedad balsámica de mis manantiales,
Y la luz enternecedora de los cocuyos.

Otras tardes, la ventisca cegadora de los céfiros vespertinos
Me recordaban mi condición de inamovible,
Yo, consolado, veía los hilillos serpentinos,
Perdiéndose en las barrancas inaccesibles.


Yo he gozado de las parvadas surcando el cielo,
Navegando por bulevares de nubes violetas,
Desapareciendo por las sierras en secreto,
U oscurecer a la luna con sus siluetas.

Ahora estoy en las noches de mi perplejidad cautivo,
Contemplando las torres de las catedrales
Siendo testigo silente de los amantes furtivos,
Del loco danzante en la azotea y de los criminales.

Pero mi vista está cansada, es enorme mi tedio;
Las luces de neón no son melódicas,
Los bólidos lanzan un grito monótono y aburrido,
Mis visiones, son nostálgicas y sórdidas;

Como un perro echado sobre sus manos
Mi dolor, proyecto al zenit infinito
Cuando cada lluvia me lava al océano,
Para reducirme a estéril monolito.


Por eso sueño, como un niño en la dulce cama
Que renace en mí mi ímpetu dormido,
E inventarme en mi autocompasión que me aman,
Que aún no soy inquilino del olvido.

Y mi orgullo se pierde en mi pensamiento
Si los andantes arriban por los senderos
Para tenderse bocarriba por un momento
Y aspirar el fresco aroma de mis recuerdos.

Mis campos aún verdes florecen con el tiempo
Cada año las dulces nevadas me visitan,
Y esas queridas nubes amorfas y el suave viento
Traen mis memorias, que nunca se marchitan.


FANTASMA DE UN AMOR




Nació en medio de un mar enorme,
Poblado de ojos y confusión;
Donde coincidían los temores,
El ocio, fibra óptica y desolación.

Pobre fantasmita, fue sólo ilusión,
Como florecita que se marchita
Cuando la niñita le olvida regar.

Pobres petalitos, pobres cabellitos,
La florecita muere sedienta de amor,
Y el niño, que se desvanece,
Sentado en un parque, mirando perece
Cuando una polola ha dicho que “Adiós”.

Cuántas lágrimas, pregunta ese niño
Gastan en tu nombre los enamorados
Que con sus cabellos, negros y dorados
Han mudado el habla al decir que no.

Pobre fantasmita, te han asesinado
te han llenado el alma de grande temor;
porque no te quieren, y aunque en aire vueles
nunca mandarás en cosas de amor.

miércoles, 13 de enero de 2010

TERCIOPELO NEGRO

En las noches claras de luna en el lago Puelo,
en que su espejo helado refleja las estrellas,
Laura, pálida flor, se desliza por la arena
con ojos que en instantes eleva al cielo.

Cual luceros contemplándose en más luceros,
esmeraldas que alumbran sus pesares fríos,
encantos angelicales como las voces de los niños,
iluminan delirantes sus paseos en el firmamento.

El día que su cuerpo traicionado por designios
segó su voz en el silencio para siempre,
su ánima, fresca brisa que envuelve los alerces
evoca anhelos, como el polen veraniego de los lirios.

Sus encantos, sus olores, sus terrenales y rebeldes oídos,
su blonda cabellera subversiva y pálida tez de tercipelo,
hoy veladas a los mortales sin la lira de los sueños,
duermevelas convulsos que aletargan los sentidos.

Más allá, descendiendo de los circos montanos,
el viento en ráfagas corta como mil cuchillos,
golpeando las corolas, latentes de los olivillos
que rememoran a Laura, que los cogía con sus manos.

Laura, nombre de laureles y victorias; Laura.
Y habrá alguien que en noches estrelladas mire al infinito
y su llanto lo doble cuando él, solito
con sus ojos, acuosos de pena eterna, vean nacer el aura.

Y es que una errante flor que vuela, en su hombro se posó,
y la brisa rumorosa y vaga que le contaba de sus penas,
se cuela entre las ramas y las rocas en las noches serenas
y susurra a aquel hombre que en su amor su alma entregó.

lunes, 4 de enero de 2010

FRÍO AMOROSO PATAGÓNICO

En las madrugadas heladas
sin el dictado del reloj
los gorriones en coro
anuncian al tímido sol.
+++
Miras al monte callada;
de almuerzo, pan con café,
mientras gruñes y bostezas
el sueño va a desvanecer.
+++
Vuelves a la cama tibia,
cerrando los ojos a soñar,
-¿soñar qué?-
las olas veraniegas del mar.
+++
¡Oh, estrellita del sur!,
¡oh, efluvio de los ríos!,
que acaricias a mi amada,
que arrancas sus suspiros.
+++
Gorriones, guarden silencio;
la nena aún tiene sueño,
no importa que entre ellos
sólo cante el buen jilguero.
+++
Frío, no invadas su habitación;
Luna, guárdala mucho tiempo,
que saber que ella es feliz
mantiene vivo mi incienso.
+++
Flores, guarden sus aromas
para cuando ella despierte,
y que sea en sueños hermosos
donde el encanto se vierte.
+++
Luna, ajada al firmamento,
ilumina su rostro impasible
besa suave sus párpados
acaricia sus labios infantiles.
+++
Se ha quedado dormida
la niña de mis pensamientos
ahora sueña... ¿en qué?,
en las aves mecidas por los vientos.
+++
Pero esperen, hierbas del bosque
a que se esfume el lucero
para que el aire de las mañanas
le digan cuánto la quiero.