sin el dictado del reloj
los gorriones en coro
anuncian al tímido sol.
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Miras al monte callada;
de almuerzo, pan con café,
mientras gruñes y bostezas
el sueño va a desvanecer.
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Vuelves a la cama tibia,
cerrando los ojos a soñar,
-¿soñar qué?-
las olas veraniegas del mar.
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¡Oh, estrellita del sur!,
¡oh, efluvio de los ríos!,
que acaricias a mi amada,
que arrancas sus suspiros.
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Gorriones, guarden silencio;
la nena aún tiene sueño,
no importa que entre ellos
sólo cante el buen jilguero.
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Frío, no invadas su habitación;
Luna, guárdala mucho tiempo,
que saber que ella es feliz
mantiene vivo mi incienso.
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Flores, guarden sus aromas
para cuando ella despierte,
y que sea en sueños hermosos
donde el encanto se vierte.
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Luna, ajada al firmamento,
ilumina su rostro impasible
besa suave sus párpados
acaricia sus labios infantiles.
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ilumina su rostro impasible
besa suave sus párpados
acaricia sus labios infantiles.
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Se ha quedado dormida
la niña de mis pensamientos
ahora sueña... ¿en qué?,
en las aves mecidas por los vientos.
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Pero esperen, hierbas del bosque
a que se esfume el lucero
para que el aire de las mañanas
le digan cuánto la quiero.
la niña de mis pensamientos
ahora sueña... ¿en qué?,
en las aves mecidas por los vientos.
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Pero esperen, hierbas del bosque
a que se esfume el lucero
para que el aire de las mañanas
le digan cuánto la quiero.
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