domingo, 16 de mayo de 2010

LA JOVEN Y EL LIBRO



Ella vivió feliz siendo la taciturna adolescente más feliz de sus vida. Los libros eran para ella pan y vino, aire y pulmones, luz sobre su oscuridad. En su tranquila soledad surcó los montes, acarició las múltiples flores y aspiró los más dulces aromas de la tierra mojada y sus seres. Viajó a los países que la imaginación de los autores pintó en su mente hambrienta de fantasía.
Por las noches, a la luz de las velas se enamoraba de los príncipes valientes y aborrecía a los horrorosas brujas y a los infames villanos. Y ella misma fue teatro de lo que imaginaba. Y se afligía, y se angustiaba, y sonreía, y sollozaba, y carcajeaba en sus adentros esbozando solamente sus pícaras sonrisas mientras su cuerpo se convulsionaba. El asombro era el alimento que la sostenía viva.
Al terminar sus lecturas, se asomaba por su ventana para ver a la Luna o bien las difusas nubes que pudieran ocultarla. Y respiraba hondo, llenando su naricita con la esencia de los bosques.

Y dormía.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonito! Es un pequeño cuento que me transportó a esos momentos que narras.

    ResponderEliminar