jueves, 22 de abril de 2010

AL CALOR DE LA NOCHE



Los bólidos de metal que errantes deambulan
por las venas sin sangre de los llanos
traspasando huraños los valles vanos
que en el atardecer los montes ocultan.

Qué aprisa van, huyendo ¿a dónde? no los conoces
para que otros vengan, prontos también,
dejando tras sí sonidos de mal y del bien
confundidos con los llantos de los bosques.



Su vapor, despedido sobre la planicie
se vierte por las noches como muertos,
ante las flores heladas de los huertos
que aspiran el aroma que las acaricie.

Sol sanguíneo, culebras que serpentean
engaños de agua que provoca el calor
en las criaturas diurnas que con clamor
anhelan el sereno nocturno mientras jadean.

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