He callado, pues callar ha sido mi oficio
He escuchado, pues aceptar ha sido mi corona.
Sobrio, pero loco, se lleva la llorona
mi alma, y la deja ensuciada de artificio.
Soy el niño, el viejo, el paria, el ficticio,
sombra que perfuma la soledad,
mas el cielo, que rehúye el gentilicio,
no da tregua, me abandona a mi realidad.
Soy el animal que arrastra su esqueleto
soy el perro que lame sus heridas,
con orejas, que a mi corazón inquieto
alertan de la verdaderas mentiras,
que trae desde penumbras el cortante viento
y deja mi alma, en el suelo en tiras.
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