jueves, 14 de octubre de 2010

LA CASADA INFIEL - Federico García Lorca



Y que yo me la lleve al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua me
sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la lleve del río.
Con el aire se batían las
espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

lunes, 11 de octubre de 2010

ORACIÓN DE UN NARCO


Dame, ¡oh, narcotráfico!, los alcances del dinero súbito, la licencia para convertir el asesinato en exigencia laboral, las sobreexcitaciones de la clandestinidad y del lujo o sus alrededores asombrados, el sexo fácil, las vibraciones de la hipervirilidad que la droga y el trago a caudales facilitan…
A cambio, te acepto que la vida es el asunto fugaz donde a mí sólo me corresponden las glorias del corto plazo. Pero dámelo todo de una vez, después ya veremos; traicionaré o seré traicionado, me descuidaré y los del otro grupo me torturarán o me coserán a tiros, en los separos me harán confesar los escasos delitos que no cometí y me enviarán a la cárcel a pudrirme. Pero eso después, mañana o pasado mañana, ya extenuado el instante, la hora de la impunidad en donde soy y me siento distinto, muy superior a lo que jamás podría haber sido o soñado.

C. Monsiváis†

viernes, 1 de octubre de 2010

CANIS LUPUS REDEMPTOR



Había un pequeño lobo que en sus inicios cazaba liebres. Muy pronto, sus instintos lo llevaron a superarse y buscar corderos u ovejas enfermas, pero los perros de los ganaderos lo mantenían alejado y más de quince veces lo habían dejado maltrecho, con lo que tenía que rebajarse a urgar bajo el suelo para comer tuzas y perritos de pradera, a comer de mala gana algunos insectos, o a robar las piltrafas que dejaban los humanos. Como el hambre apretaba, pues cazaba en uno de cien intentos, fue a asesorarse con un oso huraño de gran sapiencia, quien le dio un manual que leyó vorazmente durante noches de luna.

Así, en la temporada siguiente el cánido salvaje llevó a la práctica sus conocimientos. Ideó trampas, levantó cercos de madera, construyó diques que desviaban el curso de arroyos donde los rebaños abrevaban, estudió el comportamiento de los rebaños, diseñó dietas, introdujo plantas de pastizales nuevas, formuló raciones, hizo mejoras en la selección genética... Al año siguiente contaba ya con mil semovientes, e instaló cercos eléctricos para acondicionar un sistema holístico en el manejo del pastizal.

Al segundo año, el lobo había convertido en un experto en ovinocultura, y había creado un emporio a gran escala de aquel ganado lanudo, otrora triscando en los pastizales, y ahora confinado en las instalaciones de engorda, para ser después procesado en su empacadora de carne. En los años subsiguientes, su nueva personalidad emprendedora, llevó a su empresa: "EL LOBO ACAPARADOR, Compra-venta y engorda de ganado ovino, S.A. de C.V." a medrar en otras latitudes y longitudes, donde su reputación mejoró considerablemente, hasta que se divorció.